Unas horas han pasado desde que he visto por primera vez esta galería… desde entonces que estoy en un nube, pensando en el trabajo tan fino que esta fotógrafa salmantina realiza. Un trabajo desde luego para admirar, y observar detenidamente… abstraerse… lo bonito de este frío invierno. Con texto de Florencio Sánchez.


Isabel F. Alonso, «teje» para algunos, se decantó por ser fotógrafa hace tiempo.

La nieve no puede ser fría, cuando uno contempla estas fotos…, ni muchísimo menos.
De hecho, en algunas de ellas, cuando tratamos de leer sus caprichosas formas junto con la mirada bien dirigida y precisa de Isabel, ésta nos hace un guiño sugerente, que va más allá del efímero y frágil paisaje que conforman sus instantáneas.

Si alguien piensa que la fotografía de paisaje se limita sólo a unos conocimientos de las reglas establecidas y que se refieren a temas tan manidos hoy en día, como la localización de escenarios, trípodes, luminosidad de objetivos, sensores,  resoluciones, niveles, virados y máscaras de enfoque, creo que se equivocaría, pues es precisamente en este campo, tan abonado, donde es especialmente difícil destacar. No todo vale.

Por contra a lo que piensan algunos, el paisaje también muestra nuestro propio universo interior, nuestra parte más bella y por que no, nuestras obsesiones. Estas circunstancias tampoco son ajenas a Isabel.

En cualquier caso, ella es una experta moldeadora de la luz, casi una domadora de todas las gamas de grises entre el blanco y el negro, tanto si trabaja en estudio como en exteriores. Los que conocemos sus fotos, sabemos como puede sacar partido a la mismísima negrura con un simple haz de luz, como a la blancura con un sólo pelo negro. Esto es lo que también nos sugiere en estas fotos y lo que ya ví en otras ocasiones.  Es fantástico comprobar como una encina puede posar sobre la nieve, como si de una modelo se tratara, ubicada sobre el fondo blanco de cualquier estudio.

Incansable, Isabel, en sus fotos siempre trata de mostrar su lado más brillante, manteniendo sus propias reglas. Todo está muy pensado y en su sitio. Nada está descolocado y al azar. Nunca unas torres eléctricas, ni unos chalés adosados fueron tan bellos.  Pero eso, es precisamente lo que conforma el carácter de la fotógrafa.

Sin embargo y aunque quizá no debiera decir esto, si tuviera que elegir, yo me quedo con sus guiños fotográficos, quizá con sus obsesiones, la hendidura caprichosa que atraviesa la nieve de forma horizontal y la voluptuosidad de la nata montada que conforma el promontorio donde unos arbustos pujan por salir al exterior.

La nieve, nunca fue fría, en realidad siempre quemó en las manos. Gracias por darnos ese calor Isabel.

Florencio Sánchez.

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