III. WEEGEE THE FAMOUS (1899-1968)
Introducción

El estilo de Weegee es fácilmente reconocible y ha marcado tanto el fotoperiodismo
como la fotografía de autor. En su día, el reconocimiento le llegó
de manera “popular”, con un libro “Naked City” (1945)
que agotó en pocos días las 6 primeras ediciones. Sin embargo,
los museos no mostraban interés por su obra, a excepción del MOMA,
donde Beaumont Newhall y Alfred Steichen le incluyeron en sendas exposiciones
colectivas (“Action Photography” y “50 Photographs by 50 Photographers”).
Hoy, está presente en infinidad de museos y colecciones.

Se trata de un hombre que aprendió la técnica fotográfica
como oficio, sin conocer la obra de los grandes nombres de la fotografía
del momento. Empezó como ayudante de laboratorio, y luego pasó
a tomar fotos en la calle para los periódicos. Primero a través
de agencia y finalmente como freelance (harto de que su nombre no apareciese
en las fotos publicadas).


Precedentes y coetáneos

El mundo en el que se mueve weegee es el del fotoperiodismo. Lo aborda de manera
directa, sin pretensiones estéticas, y buscando el efectismo e inmediatez
que demandan los diarios que le compran las fotos. Esto es un negocio.

No tiene nada que ver con los fotorreporteros de reconocido prestigio que venden
sus “ensayos” a revistas ilustradas. Ni con los de estilo comprometido,
tipo Eugene Smith, ni con los que representan la fotografía alegre y
optimista de “interés humano”, tipo Doisnneau, Ronis, Bresson…
Weegee no se preocupa por las composiciones, las texturas u obtener un amplio
rango tonal. Sólo busca los sentimientos.

Nada que ver con los fotógrafos del Farm Security Administration (Dorothea
Lange, Walker Evans…) que pese a sus diferentes estilos todos muestran una
postura moral frente a la pobreza que retratan. Weegee es neutral. No juzga
lo que ve.

Entroncaría, en cierta manera, con la tradición de fotógrafos
como Lewis Hine o Jacob Riis. Fotos directas, que importan por lo que vemos
más que por cómo lo vemos. Eso si, sin el compromiso de denuncia
de estos dos. Y al igual que Riis, una de sus armas más importante será
el flash, para iluminar todas esas escenas que al público general se
le escaparía si no fuese por ellos.

Pero mientras Hine o Riis ofrecen imágenes estáticas, documentales,
y distanciadas (desde el punto de vista plástico, no ideológico),
las fotos de Weegee son como puñetazos. Transmiten la idea de que el
fotógrafo estaba allí, y por extensión, nosotros nos metemos
en la imagen. Tienen una componente de espectáculo.

Jacob Riis, de la serie “Cómo vive la otra mitad” (finales
del XIX)

Lewis Hine, sobre el trabajo infantil. (1908)

Weegee. Durante un incendio en Harlem, en 1942

No es que no hubiese otros fotoperiodistas que hiciesen lo que él. La
diferencia está en que sus fotos, encima, son buenas y siempre era el
primero en llegar. Al principio viviendo a pie de teletipo, después,
cuando ya adquirió reputación, gracias a ser el primer fotógrafo
al que le concedieron permiso para llevar en el coche una radio conectada a
la de la policía y los bomberos.

Viviendo de noche, el coche a modo de casa, siempre alerta y con un laboratorio
en el maletero. Así fue su vida durante años. Y esas precarias
condiciones de trabajo son también las que han hecho que sus negativos
se conserven bastante mal, con numerosos problemas de manchas por un procesado
deficiente.

Weegee en su “oficina”

Su obra, su estilo

A Weegee se le podría aplicar fácilmente lo de “hacer de
la necesidad virtud”. Sabe lo que necesita, lo que le piden y lo que busca,
así que no se anda con rodeos y va a por ello por el camino más
corto.

Como fotógrafo freelance de sucesos necesita fotos que impacten. Directas.
Que haga que el editor del periódico elija la suya y no otra, y que el
lector que pasa las hojas rápidamente, se quede con su imagen. Son fotos
que han de hablar por si solas, sin necesidad de explicación, por lo
que son inmediatas y van directas al plano emocional. Su trabajo es fundamentalmente
nocturno, por lo que lo más fácil y eficaz es emplear flash. Ha
de ser rápido o perderá lo que busca, así que lleva su
equipo preparado. Flash, cámara de 4×5, velocidad 1/200, diafragma f:8
y punto de enfoque a 3 metros. Es todo lo que necesita y sólo ha de preocuparse
por situarse a esa distancia de lo que le interese.

El destino final de las fotos, como digo, es salir en papel de periódico,
que por aquel entonces reproducían los tonos medios con muchos problemas,
así que el uso que le da al flash, como fuente de luz principal y de
manera frontal, es ideal ya que aumenta el contraste y reduce la gama tonal.
Con cierto grado de pretenciosidad (a fin de cuentas firmaba sus fotos como
“Weegee el famoso”) él mismo llamaba a este tipo de iluminación
“luz de Rembrandt”, pese a que las diferencias de calidad entre
ambas luces es bien clara. La del pintor, lateral, moldea los elementos y confiere
texturas. La del flash frontal elimina toda textura y aplana las caras.

“Joy of living” 1942

Esta es una de las facetas de su obra en su momento más
glorioso (años 40): el mundo de los sucesos. Los asesinatos, los incendio,
el drama…. El crimen como espectáculo. Pero no hay espectáculo
sin público, así que en muchos casos gira su cámara para
fotografiar a los mirones (ver la foto “su primer asesinato” situada
más adelante), captando la idea de voyeurismo que se apoderará
de la sociedad con la llegada de la televisión y la cultura pop.

La gente es “atrapada” en sus fotos. Cazada sin impudicia, sorprendidos
contra un fondo subexpuesto o intentando ocultarse del ojo de la cámara.