Por Gonzalo Gómez Gómara –Chapi-

Hace unas semanas tuve la gran suerte de asistir a unas maniobras de rescate conjuntas entre Protección Civil, Salvamento Marítimo y Cruz Roja. Han sido tres ocasiones, dos desde el helicóptero “Delta Romeo” y una desde la “Salvamar Deneb”, lancha rápida que asiste a los barcos hasta más de 100 millas de distancia.

La primera salida en el helicóptero, que iba a hacer la maniobra junto al “María de Maeztu” (remolcador que patrulla constantemente la costa norte de España) fue de noche, algo que yo solicité porque creí que sería más espectacular aunque finalmente la realidad fue que apenas pude salvar un puñado de fotos, pues al primer disparo que hice con flash, los pilotos estuvieron a punto de arrojarme al mar del susto que se llevaron.

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Así pues, a pesar de subir el ISO hasta 6.400, la oscuridad era casi total (el helicóptero apaga sus focos exteriores para no deslumbrar a la tripulación del barco) y  la vibración del helicóptero me impedía disparar con razonable confianza en la nitidez a menos de 1/30, así pues la cosa fue mucho más complicada de lo esperado.

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Una verdadera pena, porque justo antes de salir, hubo que reparar un foco que se había fundido, lo que nos retraso unos 15-20 preciosos minutos que nos hubieran permitido aprovechar los restos de la “hora azul” que aún quedaba.

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A bordo íbamos los dos pilotos, el rescatador, un médico, el operario de grúa y yo.

Afortunadamente fui invitado a una segunda salida, esta vez de día y con luz de sobra, de manera que las cosas fueron mucho más fáciles. En esta ocasión, la maniobra era muy similar a la de la otra noche, pero con la lancha de salvamento “Salvamar Deneb”. (Fundo aquí las fotos hechas desde el helicóptero con las de una tercera salida en lancha para el mejor entendimiento de las maniobras).

Justo cuando estábamos en la pista para despegar, recibimos una llamada del 112 para hacer un rescate en el Sardinero, donde un bañista no podía llegar a la orilla por la corriente y como aún no eran las 11 de la mañana, los socorristas y las zodiacs que vigilan a diario las playas no se encontraban trabajando.

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Pararon el protocolo de la maniobra y salimos zumbando a la playa, donde nada más llegar, y tras localizar el suceso, comprobamos que unos surfistas habían llevado hasta la orilla al señor. Cuando ya regresábamos al aeropuerto para empezar de nuevo, recibimos una 2ª llamada con idéntico problema, esta vez en la playa de La Concha en Suances… ¡con idéntico desenlace!

Finalmente, comenzó la maniobra y nos situamos detrás de la “Salvamar” a poca velocidad y navegando contra el viento, pues el rebufo que provocan las palas del helicóptero complica mucho la labor debajo de él. De esta manera, el aire va hacia atrás, mientras que en días de muy poco viento, es necesario hacer la maniobra a bastante velocidad, para que el rebufo no moleste.

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Abrimos las puertas y lanzamos una línea guía (cuerda a la que se ata un peso), que la lancha recoge y deja en cubierta, a continuación, el rescatador engancha su arnés al cable de la grúa

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y el operario le va bajando en vertical, pero no encima del barco, que se haya a varios metros fuera del rebufo y donde un tripulante va halando la línea guía para aproximar al rescatador hasta cubierta.  Se sube el cable, a continuación bajan la camilla

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y finalmente hacen lo mismo con el médico, en esta ocasión, una mujer.

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Cuando se supone que ha terminado la asistencia del “presunto accidentado”, el helicóptero se vuelve a situar justo encima de la popa y el operario baja el cable al que se engancha para subir en primer lugar el médico, después la camilla y por último, el rescatador

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al que vemos con las aletas colgando del cinturón, pues cuando el barco asistido es un velero, es más seguro lanzarse al agua a cierta distancia que colocarse encima y bajar, pues existe el peligro de que el cable se enganche en el palo o algún cabo suelto, lo que resultaría fatal para la operación.

Afortunadamente, los pilotos y equipo de rescate fueron tan amables que se ofrecieron a hacer una segunda maniobra en un acantilado

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resultando tan espectacular o más que la del barco, pues sin haber una gran mar de fondo, si que había olas que “barrían” la plataforma donde bajaron los rescatadores

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Al terminar, regresamos al aeropuerto donde el helicóptero se revisa y pone a punto para la siguiente salida. El cable es limpiado con agua dulce para que el salitre no lo deteriore y posteriormente engrasado.

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Las turbinas del motor también son limpiadas, esta vez y aunque en la foto se ve que usan un fumigador, con agua destilada para que ni el salitre del mar ni la cal del agua corriente afecten en el caso de que no se vaya a usar en varios días.

En el reportaje he usado la Nikon D700 con el 14-24  y el 80-200. En el helicóptero iba atado con un cinturón-arnés con cierta holgura que me permitía asomarme bastante por la puerta, pues quien se descuelga, enseguida desaparece de la vista “metiéndose” debajo del aparato y no queda más remedio que asomar todo lo que se pueda. Debo reconocer que los momentos anteriores a la salida estaba preocupado por no haber montado nunca en helicóptero, pero con el tiempo voy comprobando que una vez que cojo la cámara me olvido de todo y al final he disfrutado como un enano.