Pues sí, se acabó. Los últimos días encuentras por los autobuses, por el centro de prensa, por las mesas del buffet del MPC, a todo tipo de colegas foteros y sus dintintos sentimientos sobre el hecho de que esto toque a su fin. Unos desean volver a la tranquilidad de la vida diaria. A otros nos da pena abandonar esta vorágine de fotos, colegas, transportes, «Ni Hao’s»…el poder vivir y fotografiar en directo los ocho oros de Phelps y su majestuosa forma de deslizarse por el agua, ver elevarse a Isinbayeva más allá de lo que ninguna mujer lo ha hecho, ser testigos de un partido memorable que pasará a la historia, de nuestros chicos de la ÑBA, ver a un chavalín de 17 años driblando y apartando de un manotazo al todopoderoso Kobe Bryant mientras conduce el ataque que nos podía poner a 1 punto de ellos a 2:15 para el término del partido de una final de unos JJOO…

   Pero afortunadamente, la fotografía está aquí para que nos demos cuenta de que no lo soñamos. Para que todos esos momentos «no se pierdan en el tiempo como lágrimas en la lluvia», como decía Roy Batty en la mítica e inigualable escena de Blade Runner.

   Y la fotografía nos deja constancia, también, de que cada deportista, cada persona, concibe la vida y el deporte de una manera diferente. Lo que para unos es un logro que marcará sus vidas, para otros es motivo de tristeza. La lágrimas que derramaba Paola Tirados en el podio de la sincro estaban motivadas por una medalla de plata idéntica a la que hacía llorar a Pol Amat en el de Hockey, pero las de ella eran de emoción y las de él, de rabia. Unos descubren que sólo fue un sueño. Otros, que los sueños se hacen realidad.

   Ayer, en la final de sincro, de nuevo pudimos ver las dos caras del deporte. La dureza y la recompensa. La dureza, en el dramático momento en que la nadadora japonesa Hiromi Kobayashi cruzó el límite de la resistencia humana, como tantas veces lo hacen los deportistas, empujados por vaya a usted a saber qué, si ni siquiera ellos pueden seguramente, explicárselo a sí mismos.

   Y la recompensa, en los rostros radiantes de nuestras ya conocidas chicas del equipo español, que consiguieron la plata tras las intocables rusas.

   Lo dicho. Mientras unos comprueban que es real…

…otros se dan cuenta de que sólo fue..

 

Yo, desde luego, puedo asegurar que no lo he soñado. Porque tengo pruebas.

   Y esa contradicción del deporte que veíamos, también se traslada a nosotros : mientras abandonábamos, a las 12 en punto de la noche, el centro de prensa, tras vaciar la taquilla y entregar la llave, entre operarios que se hacían fotos de recuerdo, cuando ya se empezaban a empaquetar y a desmontar algunas instalaciones, sentía, como tantos otros, una mezcla de alivio por el descanso y pena por salir de un lugar donde tan duros y tan buenos ratos se han pasado en la mejor compañía, disfrutando y aprendiendo, siempre, como no es posible hacerlo en ningún otro lugar, de la mejor fotografía deportiva del mundo. 

   Gracias por estar ahí y leer esto. Gracias a Caborian por dejarme este espacio privilegiado. Espero que hayáis disfrutado tanto como lo he hecho yo acercándoos, en la medida que he sido capaz, a éste summum del deporte y la fotografía que son unos Juegos Olímpicos.

Un abrazo, nos vemos en Caborian!

JMC