Por Juan Ángel Caballero (Jansbd)

“Levanté la cámara, fingí estudiar un enfoque que no los incluía y me quedé al acecho, seguro de que atraparía por fin el gesto revelador, la expresión que todo lo resume, la vida que el movimiento acompasa pero que una imagen rígida destruye al seccionar el tiempo, si no elegimos la imperceptible fracción esencial” (*), son palabras de Cortázar que inspiraron a Antonioni para construir su celebérrima “Blow-up” (**), y que se convertiría en toda una referencia para todos los chavales de la época como lo era Piero Marsili Libelli. Y el influjo ahondó tanto en él, que no sólo le transformó en fotógrafo, sino que troqueló la manera y el estilo de entender la fotografía.

(*) Texto del cuento “Las babas del Diablo”, de Julio Cortázar
(**) Película de Michelangelo Antonioni que cuestiona el poder de veracidad de la imagen, a través de un fotógrafo que aseguraba poder resolver el enigma de un crimen a partir del análisis de una serie de ampliaciones sucesivas de las fotografías realizadas (blow-ups), y que sin embargo, llega al punto de no poder establecer una respuesta cabal y cuestionarse esa realidad que le envolvía.

El trabajo como foto-reportero le llevó a recorrer mundo. Afganistán, Mali, Kosovo, Belfast, o Rumanía fueron lugares donde consiguió “contar con imágenes” todo su mundo visual. Bien alejado de la escuadra y el cartabón, decide concentrase en la narrativa que provocan sus escenografías donde los personajes siempre juegan una partida de la que el espectador siempre se involucra. Así lo corrobora el mismo Piero cuando compra docenas de pares de gafas de sol, que luego usa para fotografiar los guerrilleros en Afganistán; o en Rumanía durante la revolución, sitúa a las modelos en los brazos de los soldados, y encontrar esa contradicción con la experiencia cotidiana, como él mismo desvela: un’evidente contraddizione con l’esperienza comune, smagliature di assurdità di quella logica elementare, che deve essere criticata”. Tal es su implicación, que incluso pone sonido a sus imágenes expuestas en las grandes salas, y así transportar a los visitantes a las calles de los lugares denunciados.

Trabaja asimismo como fotógrafo en el teatro y cine de vanguardia, colaborando con nombres tan ilustres como Antonioni, Rosi, Ferreri, Bigas Luna, Wenders, Altman, o Storaro. Se aprovecha de la nueva mentalidad generada a partir de los 60’ por el modernismo de la nueva ola, la impronta surrealista, el existencialismo o el movimiento Pop, con nuevas formas de ver la vida y la moral, para poner al descubierto el “carácter ambiguo de la imagen” como medio para conocer la realidad, pero no una realidad tangible y veraz, sino recreada de una forma abstracta.

Su realidad está plagada de fantasía, burla, complicidad, erotismo y drama. Los escenarios son cotidianos, casi vacíos, teatrales, que sirven de pretexto para colarse dentro de la acción y situar a los personajes avanzando hacia él. Personajes comunes que se entremezclan en un mismo espacio con otros desprovistos de su atuendo habitual desligados de toda lógica, para crear así un enigma que deba resolver el espectador.

En otras ocasiones, sale de escena, se acerca al solitario personaje, centra el encuadre, se ausenta tras la cámara, y deja que hable por sí sólo.

Símbolos, gestos, miradas, posturas, reacciones inesperadas y absurdas, s permite construir un mundo pleno de apariencias, que nada entre el blanco y el negro, lo visible e invisible, lo consciente e inconsciente, entre lo real y lo soñado, donde la comunicación es su eje central.


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