Entre finales del Siglo XIX y principios de XX, Thomas Edison y George Eastman presentaron el negativo de 35mm para la creación de películas cinematográficas, que se ha mantenido hasta la llegada de la imagen digital y que sigue resistiendo aunque con un futuro incierto. La principal característica es su ancho de 35mm (de la cinta de película, no de los cuadros de imagen).

Imágenes procedentes de Wikipedia

En los años 20 del siglo pasado, Oskar Barnack creó una cámara fotográfica que utilizaba la misma película de 35mm pero con una diferencia importante: mientras que en el cine el formato del cuadro era -y es- perpendicular al avance de la película y cada uno se correspondía con una longiitud de 4 perforaciones, en esa cámara -la primera Leica- se utilizaba dos veces ese espacio, por lo que el formato se llamó tradicionalmente double frame, que corresponde con un cuadro de imagen de 24 x 36 mm orientado en paralelo al avance de la película.

Ese formato -con nombre técnico 135 (ISO 1007)- se convirtió en un estándar de facto para la gran mayoría de las cámaras fotográficas, y es el que se usa de referencia para calcular distancias focales equivalentes (en perspectiva). En la mayor parte de medios, incluido este, nos referimos al tamaño de sensor de las cámaras digitales en proporción -factor de recorte- a esos 24×36, que se han convertido en algunos casos en el buscado Santo Grial: el full frame.

Una decisión más o menos arbitraria de hace más de un siglo condiciona la fotografía digital actual. Existe una historia muy parecida -y no menos absurda- de cómo el diámetro de los tanques de combustible del transbordador espacial tiene relación con el ancho del culo de dos caballos. La excusa inicial era reutilizar los objetivos que ya teníamos, pero cayó por su propio peso cuando se fabricaron angulares competentes para formatos pequeños y más tarde cuando los sensores con mucha densidad de píxeles han exigido cada vez más calidad óptica.

Nadie discute que cuanto mayor es el negativo -o sensor digital- mayores son los posibles desenfoques creativos del sistema. Tampoco que cuanto mayor es el sensor mayor es la cantidad de luz captada y eso tiene ventajas en términos de ruido y rango dinámico, algo que personalmente me preocupa bastante más que la nitidez extrema. Sin embargo, al margen de esos dos factores que en algunos pocos casos muy concretos pueden ser importantes, realmente no entiendo la búsqueda del Santo Grial. El objetivo de Oskar Barnack era fabricar una cámara pequeña, y ahora que podemos hacerlo con una calidad de imagen increíble, las hacemos más grandes para que quepa un sensor full frame.

¿Y por qué toda esa historia? Porque Sony ha presentado una compacta con un sensor de tamaño 24×36. Algo impensable -y según algunos imposible- hace unos años es ahora una realidad. Una realidad con un coste: más de 3000 euros. Y con un objetivo fijo de 35mm no intercambiable y un tamaño nada despreciable. Como no podía ser menos en esto tiempos tiene un look algo retro fundamental para su público objetivo.

Queda por ver si la maniobra será la misma de Fujifilm: una compacta retro con sensor grande como preámbulo de un sistema de objetivos intercambiables, lo que ha cabreado a muchos compradores de la X100. Algo más que probable si tiene éxito comercial. Desde el fabricante venden que el hecho de que el objetivo no sea intercambiable tiene un motivo: la cámara dispone de obturador central y no de plano focal y puede sincronizar un flash a 1/2000, un hito tecnológico que no tengo claro que encaje en el uso real del perfil de cliente. Además si ponemos un flash -oh wait- no podremos usar ninguno de los visores que la acompañan, óptico y electrónico.

Las especificaciones y alguna primeras impresiones podéis verlas en Quesabesde. Esto sólo es un poco de historia y una opinión personal.

Por Félix Sánchez-Tembleque (wiggin)