Por Juan Ángel Caballero (jansbd)

Quizás en la línea de discusión de la burbuja que vive el mundo de las compactas, bien por el interés propio de su implicación en el futuro de los chismes multimedia, o porque sencillamente Nico, un compañero de trabajo, me atrajo loco de contento a su nuevo “jueguecito”, me incliné a darle un vistazo al manual. Ciento sesenta y tres páginas me ocuparon unos pocos minutos para plantearme cómo demonios había llegado una descendiente de la “instamatic” o la “polaroid” a tal situación.

Se me hizo raro releer el manual, no tanto en el sentido novelesco o instructivo del asunto (que reconozco fue gratificante), sino de llegar a entender la nueva situación en la que estaba inmersa por el tapado del propio celular.

Tras elegir una página al azar y leyendo la nota adjunta de los consejos para obtener una mejor Captura de Sonrisas: “No cubra los ojos con el flequillo. No oculte la cara con un sombrero, máscara, gafas de sol. Intente orientar la cara de frente a la cámara y colocarse a la misma altura dentro de lo posible. Entrecierre los ojos. Sonría claramente con la boca abierta. Es más fácil detectar la sonrisa mostrando los dientes”, todo parecía indicar que no quedaba más que apretar el botón y asunto resuelto.

Pero nada más lejos de la realidad, el asunto sonrisas, y otros como detección de caras, reducción de ojos cerrados, tomas en movimiento, barridos panorámicos, corrección contraluz HDR, crepúsculo o reductor ojos rojos, conllevan tener en cuenta un sinfín de casos específicos, en los que pueden o no utilizarse, formando un laberinto difícil de llegar a este gran público al que está destinado.

Al menos, mis circunvalaciones no dan para memorizar tanta casuística para disparar una sencilla foto que hasta hace muy poco se basaba en una única combinación de velocidad y diafragma.  Aquel disparo único e irrepetible, para lo bueno y para lo malo, ha desaparecido, al igual que toda la planificación y espera de esa toma.

Hoy en día, en mucho de los modos inteligentes que ofrece una compacta actual, permiten tomar varias imágenes consecutivas para asegurar la instantánea. Así, las fotos en movimiento, con baja luminosidad, el contraluz, la sonrisa o los ojos cerrados han dejado de ser un problema habitual en nuestras imágenes cotidianas. Pero a su vez, ha creado otro trabajo paralelo, el de obligarnos a tener en cuenta una serie de combinaciones que rallan la paranoia, como leo en este manual que tengo en mis manos:

  • “La función Reconocimiento de escena no funciona con el zoom digital, cuando se realizan tomas con el ajuste de ráfagas o si el auto-disparador está ajustado en [Autorretrato]”
  • “Algunas veces, dependiendo de la situación, la función de [Reducción ojos cerrados] no funciona”,
  • “No se puede seleccionar [Balance blanco] en el modo [Corrección contraluz HDR] si el flash está ajustado en [Activar]”,
  • “El Detector de Sonrisas no se puede ajustar en los modos [toma fácil], [anti-movimiento], [crepúsculo manual], [corrección contraluz HD], [película], y [barrido panorámico]”,
  • “Si aparecen puntos blancos circulares en las fotografías con flash, ilumina la habitación y toma el motivo sin flash”

Siempre una compacta de bolsillo fue casi una obligación, por la comodidad, la inmediatez y lo silenciosa que resultaba al capturar el instante, aunque últimamente por el mismo desplazamiento del celular ha provocado la incorporación de infinidad de nuevas ventajas, como la obtención de imágenes en movimiento, GPS, brújula, reloj, o almacenador de datos.

Está por ver si el iPhone, o como llegue a llamarse, será el aglutinador junto con el teléfono, la musiquita, los juegos y los textos para conformar una única herramienta que sacie nuestra voracidad intelectual y comunicativa, difícil de imaginar hasta no hace mucho tiempo.

Me viene al recuerdo, cuando era tan sólo un renacuajo, detrás del pupitre de madera con sobre de formica, dibujar un bic cristal con una radio del carrusel deportivo pegada en su parte superior, para contentar al profesor de “trabajos manuales” que siempre andaba trajinando con nuevos inventos. Ya era obvia entonces nuestra ingenuidad a la hora de idear un futuro plausible. Desde nuestro ínfimo universo las cábalas, siempre empujadas por el cine y la televisión, se ceñían a explorar nuevos mundos dominados por máquinas y marcianos donde proyectar nuestros más íntimos temores y recelos. Eran otros los que avanzaban tecnológicamente en perjuicio de su propia supervivencia; y nosotros, los buenos (los elegidos), menos inteligentes  y desarrollados, pero plenos de creatividad, vida social,  cultural y contemplativa, resolvían los problemas de la humanidad.

Nadie podía imaginar que el impulso tecnológico vendría desde dentro, mediante la pluralización de la información y la globalización. Ahora, la Cámara Compacta es un chisme de reconocida utilidad mediática, en un plis-plas registras cualquier suceso que te rodea, y lo compartes con las antípodas sin el menor reparo.

Y sin el menor reparo, Nico me enseñó cómo hacer en un plis-plas un barrido panorámico, y no tuve otra opción que exclamar afirmativamente por la mejora fundamentada en su software (constatando una vez más la imposibilidad de avanzar tecnológicamente el binomio sensor- óptica). Un software que sin embargo atrajo a mi cabeza un fantasma, el de la descontextualización de la misma cámara fotográfica, que pueda ir paulatinamente perdiendo parte de su idiosincrasia y encontrar una nueva. Aunque quizás, solo sea eso, una odisea que está por descubrir.