Hace 5 años terminé mi primer libro «Santander, luz del Norte» y nada más publicarlo a través de la editorial Estvdio, comencé (aunque sin saberlo) a trabajar en este segundo, pues empezaban a inquietarme, por encima de los paisajes a los que me había dedicado hasta entonces, los rostros y escenas de personas que trabajaban muy cerca de lugares que yo había fotografiado pero sin reparar mucho en ellas.

De esta forma, comencé a retratar a pescadores, fareros, prácticos, rescatadores, remeros, incluso surfistas y regatistas de vela, pero haciéndolo siempre en su entorno, e incluyendo alguno de los paisajes en los que se desenvuelven.

Más allá del resultado fotográfico, destacaría la experiencia de haber estado en lugares de privilegio, como las linternas de los faros, helicópteros, bodegas de barco, grúas, traineras, pesqueros, etc… y también la gente que he conocido. Prácticamente no se me ha cerrado ninguna puerta a las que llamé y en casi todos los casos, encontré gente amable y además, orgullosa de que su trabajo fuera a ser plasmado en un libro.

Todas las fotos, a excepción de 3 o 4 de grandes veleros que fueron hechas en Palma de Mallorca y una en Ibiza, todas han sido tomadas en Cantabria y de éstas, a excepción de las primeras del pesquero, todas en Santander. Matizo esto, porque creo que viéndolo, podría haber sido hecho en casi cualquier lugar del mundo con costa y ambiente portuario, y sobretodo, porque muchos de mis paisanos me comentan cosas como «yo veo entrar y salir a los pesqueros, pero casi nunca imagino todo lo que puede haber detrás» o «anoche oí al helicóptero, que salía de maniobras, pero realmente me cuesta imaginar que en 5 minutos, un rescatador y un médico se estarán jugando la vida al descender en marcha a un barco», etc

Como muchos miembros de Caborian saben, el libro ha sido un trabajo gozoso, pero largo y a veces desalentador, así que aprovecho (como hago en el propio libro) para agradecer a todos, los ánimos que me han ido dando cuando postraba reportajes como los de los chicharros, maniobras, bulk carrier, etc… Reconforta mucho saber que tu trabajo es bueno, o al menos gusta, aunque esté pensando que quizá nunca vaya a ser publicado.

libro Chapi

 

Creo que puede ser interesante comentar algún aspecto técnico sobre las complicaciones que encontré en alguna de las sesiones, sin embargo, creo que al final, el éxito fue aliarme con la dificultad.

Así por ejemplo, el primer día que obtuve permiso para ir al desguace de barcos llovía intensamente, lo que al final resultó fantástico para dar más dramatismo a alguna de las fotos; y lo mismo ocurrió en una de las sesiones de recogida de cloaca. En otra ocasión, para visitar los astilleros, me dijeron que llegaría un barco a las 6 de la mañana y tardó 3 h. que no puede esperar; sin embargo, ello me permitió fotografiar un paisaje industrial que seguramente las prisas no me hubieran dejado de haber sido puntual. Lo mismo ocurrió el primer día que intenté subir a la torre del faro y falló mi «contacto», así pude hacer dos paisajes imposibles de hacer a otra hora.

Alguno de los retratos que más han gustado del libro lo tuve que hacer a ISO 3200 y otros con el sol de pleno verano en el cogote. Otras fotos las he hecho asomado desde un helicóptero, una zodiac dando saltos a gran velocidad o incluso colgado con un arnés desde lo alto del mástil (34mts) manejando la cámara con una mano y con la otra procurando no hacer el péndulo. También medio sumergido en el agua con mi hijo usando un flash remoto desde su tabla de surf, y en la popa de una trainera a punto de irme al agua en uno de sus estrincones. Igualmente complicado, recuerdo estar en el fondo de una bodega de barco mientras el polvo que cae de la pala en cada carga te cubría.

Al ser sesiones complicadas, no quieres perder ninguna foto, por lo que disparas más de la cuenta y luego en casa el trabajo de selección y edición es mayor; pero realmente es un «problema» relativo tener que elegir 2 o 3 fotos y que haya 8 que te gusten, al menos compensa otras, en las que llegas con 200 fotos y no hay una sola que consideres digna, que también las hubo.

Según el Lightroom, programa en el que he catalogado y revelado todas las fotos del libro, 152 de ellas fueron hechas con la D700, 25 con la D300, 7 con la D7000, 2 con la Canon G9 y otras 2 son escaneos de unos negativos hechos con una Rolleyflex. En cuanto a objetivos, 71 con el 80-200, 52 con el 14-24, 16 con el 28-70 y 20 con el 200-400.

Tan solo usé el flash y de manera remota en la foto tomada dentro de la trainera y en la del nadador. Realmente no me siento cómo con él, pero reconozco que permite una creatividad a veces necesaria.

El 95% de las fotos fueron hechas en RAW y una vez ajustadas, reveladas en Tiff, para finalmente exportarlas a un jpeg a la medida, pero en esta ocasión, quise ocuparme yo mismo de la conversión final a CMYK, comprobando como algunas «alegrías» que te permiten los revelados para pantalla, son prácticamente imposibles en una versión para imprenta. Por ello, alguna de las fotos las tuve que volver a revelar desde el principio para que el resultado final fuera lo más fiel posible a mi intención.