Por Ángel Ábalos

Mi pasión por la fotografía me llevó a otra afición igualmente muy gratificante: el coleccionismo de cámaras. Todo empezó casualmente, cuando fui guardando, por motivos sentimentales, las cámaras que iba sustituyendo por otras nuevas. Como llevo muchos años en esto, nada menos que 35, por mis manos han pasado ya bastantes cámaras. Empecé con una Werlisa Color, que me regaló mi padre allá por el año 1.974, cuando tenía 13 añitos. Era una cámara muy sencilla, totalmente manual y sin exposímetro, por lo que había que calcular la exposición a ojo. Trabajaba siempre en blanco y negro, que revelaba en mi propio laboratorio. De ahí pasé a una Yashica Electro 35, que para mí era ya un alarde de técnica y sofisticación: era una cámara de telémetro, con exposímetro incorporado y automática con prioridad a la apertura de diafragma, aunque no tenía objetivos intercambiables.

En el año 1.982 me compré mi primera réflex, una Yashica FX-7, totalmente manual, pero con exposímetro, con la que aprendí muchísimo de los fundamentos técnicos de la fotografía. Más tarde compré una réflex de dos objetivos, más por capricho que por otra cosa. Me había enamorado de la Yashica Mat 124 y no paré hasta conseguirla. A principios de los 90, con la primera minuta importante que cobré como abogado, me compré una Nikon F-801, con una buena gama de objetivos. Un año más tarde completé el equipo con una Nikon F-601, que utilizaba como segundo cuerpo. La alegría y satisfacción que tenía con el equipo que había conseguido con mucho esfuerzo, pronto desaparecieron, pues me lo robaron todo en un descuido por mi parte. Así que estas dos últimas cámaras son las únicas que no conservo. Con la ilusión perdida me compré una Nikon F-601 y solo un objetivo de 35-135 mm, con los que fui tirando durante algunos años, hasta que recuperé la ilusión cuando Nikon sacó la F-100.

Ésta fue la última cámara de carrete que tuve, finalmente sustituida por las digitales. Durante ese tiempo, me regalaron una Compur de principios del siglo XX, que había pertenecido a un pariente ya fallecido. Y en mi primer viaje a Praga, en los años 90, compré una Agfa de fuelle, muy barata, porque los checos, en su afán por incorporarse al consumismo capitalista, vendían todas las antigüedades que tenían en su poder. A partir de aquí, fui ampliando mi colección con cámaras que me han regalado clientes, amigos y familiares y con cámaras que he comprado a través de internet, fundamentalmente en eBay, en donde he conseguido auténticas gangas, que en algunas ocasiones me han costado menos que los gastos de envío. Otras en cambio, auténticas joyas de colección, las he tenido que comprar a un precio más alto. Son ejemplo de ello la Leica III, la Hasselblad 500C, la Rolleiflex, la Nikon-S o la Graflex Speed Graphic. En fin, que en algunos años he conseguido algo más de 50 cámaras, que tengo expuestas en una vitrina en mi despacho, para asombro de la mayoría de los clientes que me visitan, que no imaginan esta pasión en un aburrido abogado.

Podéis ver la colección completa en su galería en Flickriver.